lunes, 15 de mayo de 2017

¿Para qué conferencias sobre neuroética ?

Un artículo de The Guardian del pasado 7 de febrero comenta un informe de la Royal Society acerca de las posibles aplicaciones militares de los hallazgos y las investigaciones en neurociencia.
La clave:
  • Los neurocientificos deben tener claro que sus investigaciones podrían ser usados con fines bélicos
El campo de las neurociencias avanza rápidamente desarrollando aplicaciones y tecnologías que aportaran importantes beneficios sociales, particularmente en el tratamiento de afecciones neurológicas y enfermedades psiquiátricas.
Sin embargo estos nuevos conocimientos también sugieren un número aplicaciones en el terreno militar y policial.
Estas aplicaciones tendrían dos objetivos:
1) Buscar la eficiencia en el ejercito propio: por ejemplo, optimizando el entrenamiento y el rendimiento cognitivo
2) Buscar disminuir el rendimiento del enemigo a través de drogas incapacitantes o que aumenten la verborragia en caso de detenidos e interrogados, etc.
El informe toma en cuenta algunos de los avances claves en neurociencia incluyendo la neurofarmacologia y la neuroimagen funcional l que podrían impactar sobre el desarrollo de políticas internacionales de seguridad y llegar a afectar a toda la comunidad científica.
En este contexto hablar de neuroética para inaugurar un ciclo de conferencias sobre Neurociencia para psicólogos es tomar el toro por los cuernos:
¿Por qué la Neuroética  se distingue respecto a la Bioética en general?
La Neurociencia es quizás la disciplina biológica que más alcance mediático tiene desde hace unos años, a pesar de que las investigaciones más importantes comenzaron ya a principio de los 90.
La importancia que se  le está dando al funcionamiento del cerebro en el contexto de la investigación y el desarrollo así como la creencia claramente cientificista según la cual podemos manipular nuestro cerebro para ser “mejores” hace que  la Neuroética se vea como forma de  control y como límite  interdisciplinar.
No obstante, esta importancia otorgada es más teórica que práctica, aunque nuestro conocimiento del cerebro en los últimos años ha crecido mucho, no hemos conseguido   comprender cómo funciona el cerebro en su conjunto de forma unitaria ( ¿la mente?) ni hemos obtenido una clara mejoría en la terapéutica de las enfermedades neurodegenerativas o mentales.
¿Cómo podemos enfocar realidades humanas éticas ( el libre albedrío, la culpa, el sentido de responsabilidad, las convicciones acerca de lo correcto y de lo bueno,  lo bello,  la felicidad humana, etc.) desde una estructura biológica —o al menos buscando sólo su relación con ella— cuando ni siquiera podemos presentar una teoría coherente de su funcionamiento global?
Ante cuestiones de tanta importancia, sólo queda una actitud interdisciplinar de colaboración.
Es por eso que algunos neurocientíficos han visto la alianza de la Neurociencia con la Ética (o con la Filosofía en general) como otra forma de abordar las grandes preguntas que cada vez con más frecuencia afloran como relevantes en sus investigaciones:
¿Qué es el hombre?,
¿Podemos controlar nuestro cerebro?,
¿Existe la libertad?, ¿Existe el espíritu?
¿Es posible  y aceptable utilizar la Neurociencia para luchar contra el crimen, o el terrorismo ?
¿Es aceptable manipular al “enemigo” mediante el control de los procesos neuronales?
¿Cuales son los límites de la psicofarmacología?
De esta manera, la reacción lógica ha sido —como en otras ocasiones— la de señalar ciertos criterios éticos que, a modo de diques, contengan la investigación y la aplicación de la Neurociencia dentro de un uso que se considera legítimo o no lesivo.
Ahora bien, los neurocientificos van entendiendo  que las preguntas que surgen dentro de la Neurociencia exceden el planteamiento de unos criterios éticos “habituales”.
Es decir, no sólo se trata de una actividad que ha de ser controlada, sino de una actividad que por sí misma cuestiona la esencia del ser humano .
En definitiva, “la investigación neurológica puede transformar de forma radical nuestra imagen del hombre y consecuentemente el fundamento de nuestra cultura, la base de nuestras decisiones éticas y políticas” (Könneker 2003) .
Esto es precisamente lo que caracteriza y justifica la especificidad de la Neuroética: la ética de una ciencia, la Neurociencia, cuyas posibilidades de actuación en dimensiones y campos diversos se extienden hasta límites hasta ahora impensables y que aún no conocemos.
By: Raquel Ferrari
Referencia:
Könneker, C., La visión materialista de la Neuroética. Entrevista a Wolf Singer y a Thomas Metzinger, «Mente y Cerebro» 4 (2003), pp. 56-59.

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